El curso 1990-91, Julián Marías impartió un curso titulado "El factor intelectual en la Historia". La conferencia número 16 era la llamada: "Las culpabilidades imaginarias o abstractas". Francisco Salgado

Julián Marías El factor intelectual

LAS CULPABILIDADES IMAGINARIAS O ABSTRACTAS

Nuestra época oscila entre la conciencia de culpabilidad y su eliminación por la psiquiatría contemporánea. Pero no se tiene en cuenta que para superar la culpa hay que admitirla primero. Ahí está el punto de partida de la renovación personal. De lo que no se es culpable es de lo que el hombre de hoy se empieza a sentir responsable. Esto es uno de los grandes errores de nuestro tiempo que se está extendiendo al conjunto de la sociedad. Los males de los que somos responsables son los propios de cada uno. La culpabilidad difusa es un recurso bastante eficaz para eludir la responsabilidad concreta. Al responsabilizar a las "Estructuras", mi propia culpabilidad se diluye y se desvanece. Esto es lo que pretenden muchas personas. Hoy la libertad es negada por muchas ideologías y por gentes que se pasan la vida juzgando a los demás. Pero al no admitir la condición libre del hombre no se le puede exigir responsabilidad en lo que hace, por lo que caen en flagrante contradicción. Ortega decía: "A ser juez de las cosas, prefiero ser su amante", o lo que es lo mismo: "No juzguéis y no seréis juzgados". Lo importante es la libertad que hace responsable al hombre de sus actos, libertad que tiene sus límites y condicionantes, pero que existe siempre. Los actos no se pueden ejecutar más que justificándolos, como vio mejor que nadie Ortega. De ahí surge la responsabilidad de todo lo humano. Esta responsabilidad afecta a lo que está en mi mano.

Hoy existe la tendencia a realizar cosas que no tienen consecuencias, como la pretensión de parar la guerra del Golfo, pretensión inútil al estar por encima de nuestras posibilidades. No se es responsable de lo que no está en nuestra mano, de lo que es real y concreto sí se es responsable. La responsabilidad colectiva es muy difícil de definir.

Además hay que tener en cuenta el problema del mal. Muchas veces se reniega de la maldad, aún reconociendo el mal. Hay una tendencia a exonerar al delincuente. Se suele echar la culpa de las responsabilidades propias a colectivos humanos: árabes, Judíos, jesuitas, etc. Estas escusas han posibilitado las mayores atrocidades históricas. Así tenemos el caso de Hitler. La aceptación de la realidad es el problema fundamental. Tan es así que las desviaciones a esta aceptación, como el fatalismo o la resignación en su sentido escapista impiden enfrentarse a los problemas. La resignación en su sentido positivo es, sin embargo, una gran fuerza de aceptación de la realidad, sobre todo la resignación de uno mismo, más difícil de lo que parece. La protesta frente a la realidad es una gran perversión, frente a ello está la intervención activa en la realidad para modificar lo modificable. La realidad no puede ser considerada como inaceptable. Lo importante es qué se puede hacer a partir de ella.

La realidad tiene muchos aspectos negativos. Unos son accidentales, otros son consecuencia de la presencia del pecado en el mundo. El pecado es una ofensa a Dios, además hay otro aspecto del pecado que es el daño que se hace el hombre a sí mismo. No sólo por el castigo posible, sino porque supone una mancha, disminuye su realidad, atenta a su autenticidad. Al ser el hombre imagen de Dios, por el pecado pierde parte de su condición divina. Este aspecto no se tiene en cuenta y es esencial La noción de pecado ha estado casi siempre presente en la historia, hoy casi ha desaparecido. Las personas sensibles a este asunto sufren ante esta falta de vigencia, la idea del pecado no puede ser afirmada ante la presión social en contra. Aproximadamente lo contrario de lo que solía pasar antes, cuando la presencia del pecado en la sociedad tenía que ser rechazada en ciertos aspectos para afirmarse a uno mismo, por tener una sensibilidad en contra. Hoy el que tiene conciencia de pecado se siente discrepante. Al otro lado del mal aparece la felicidad, la plenitud humana. Tanto en esta vida como en la otra.

La felicidad se entiende exclusivamente como la de esta vida. A esto se añade la reducción de la misma al bienestar económico. Aparecen los elementos cuantitativos, frente al aspecto personal de la felicidad que no se puede cuantificar. El mal aparece ligado a la injusticia, una de las novedades de nuestra época. No se acepta el lado malo de la realidad: muerte, accidentes, pecado, dolor. Entonces se interpreta como injusticia y como injusticia social, concepto capital de nuestra época.

La justicia es dar a cada uno lo suyo, ese es el problema. Así las profesiones intelectuales son muy difíciles de incluir en este tipo de justicia. ¿Quién dice los sonetos que ha de escribir un poeta para que pueda comer?. En la U.R.S.S. se ha mandado mucha gente a Siberia por no poder contestar a esta pregunta. El sentido de la injusticia social es el estado de injusticia previa a cada acto particular. Hay que distinguir entre privación y carencia. Yo carezco de alas y no lo veo como una injusticia, pero el analfabetismo en nuestro tiempo es privación, aunque la alfabetización en las dictaduras es método fácil de adoctrinamiento y opresión. La justicia social afecta a la privación de lo que es propio, pero no afecta a los males de la vida que son inevitables. Durante toda la historia el hombre ha sido pobre, incluso los ricos tenían escasas posibilidades de vida en comparación con el hombre de hoy. Los grandes palacios nos parecerían hoy incómodos. Hoy perviven incomodidades en medio de la abundancia: atascos, ruidos,... No se puede identificar el nivel de riqueza con el de justicia, pues la riqueza puede convivir con una serie de incomodidades que la perturban y no la hacen aceptable. Lo social tampoco puede identificarse con lo económico, pues los recursos son para los proyectos. Las granjas avícolas están muy bien organizadas, pero no son lo ideal para el hombre. Lo importante son los proyectos, las posibilidades del hombre. La injusticia aparece cuando están obturadas las posibilidades, cuando se impide la creación de riqueza, cuando la falta de libertad impide al hombre desarrollarse a sí mismo en todas sus dimensiones. La máxima injusticia social es la ausencia de libertad, camino hacia todas las pobrezas.