04-02-14
Carpintero Capell, Heliodoro,
Julián Marías y el proyecto de España
http://www.racmyp.es/intervenciones/INTERVENCIONES.CFM?i=1483&t=t
Ponencia completa en http://www.racmyp.es/docs/anales/A91/A91-13.pdf
RESUMEN DE LA PONENCIA
El presente año se cumple el primer centenario del nacimiento del filósofo y escritor Julián Marías. Aunque no fue miembro de esta Academia, estuvo cercana a ella en razón de sus temas y también de algunos de sus maestros y amigos -Juan Zaragüeta, Manuel García Morente, Julián Besteiro .
Algunas de sus ideas y reflexiones parecen tener hoy vigencia con ocasión de los retos que ponen en cuestión la integridad de la nación española , y la vigencia de sus símbolos y Constitución, por parte al menos de ciertos grupos de sus actuales ciudadanos.
Y esto obliga a pensar en la personalidad del país íntegro que todavía somos. Hay que pensar en la realidad nacional española como proyecto histórico colectivo.
Sobre esta idea hay una serie de reflexiones consistentes en la obra de Julián Marías. Estimo útil, tenerlas en cuenta, siquiera sea como homenaje de centenario a su figura.
Después de la guerra civil, Marías se asentó, dentro de un cierto “exilio interior”, alejado de la España oficial, pero crecientemente inserto en la real. Y eso, sin duda, le hizo volver a pensar en la realidad española, y también, en lo que podía significar “ser español”.
En su libro España inteligible (1985) desarrolló un análisis en torno al posible sentido programático que cabe descubrir en la historia de España.
Sumariamente dicho, tras la aparición de una “primera unidad humana”, base de la futura sociedad española en la Hispania romana, la monarquía visigoda , tras ser destruida por la invasión islámica , se iba a convertir en leit motiv de los grupos cristianos supervivientes que buscaban su restauración. Surge ahí un proyecto de sociedad final como recuperación de la deseada integridad. En el se vincula el cristianismo, frente al Islam, y se reafirma la pertenencia a Europa, a través de las conexiones con el pontificado y el imperio.
En 1492 ese proyecto cristiano y europeo se traslada a un nuevo horizonte proyectivo, el de la conquista y colonización americanas. Se constituye una Hispania transatlántica, análoga a lo que fue la antigua Romania. Pero esa unidad naufragó en el siglo XIX , con la independencia de los países americanos, el alejamiento respecto de Europa, la crisis general de creencias religiosas y sociales , y el surgimiento de tendencias disgregadoras interiores, que facilitaron el surgimiento de los “particularismos” a los que se refirió en su día Ortega cuando diagnosticó la “invertebración” de España. Los conflictos sociales terminaron conduciendo a la ruptura de la guerra civil, y al cabo, el advenimiento por reacción del régimen rígidamente impositivo del general Franco que vino a tocar a su fin en 1975.
La transición al régimen democrático y el establecimiento de una monarquía constitucional ha sido un proceso que Marías siguió atento día a día, dedicando muchos escritos, en buena parte reunidos en La España real (1998). El proyecto nacional colectivo fue lograr la vuelta de la soberanía a manos del pueblo español. Pero , con su logro, iban a surgir nuevas cuestiones, con la revitalización de los nacionalismos a través de la idea de las nacionalidades propias de las autonomías.
Considerando la realidad del pueblo español, Marías destaca la enorme riqueza de sus formas de vida y las culturas hoy desarrolladas en las regiones a través de sus instituciones autonómicas. Ha considerado algunos aspectos en dos libros suyos, muy especialmente: Consideración de Cataluña y Nuestra Andalucía.
La realidad española aparece, en la obra de nuestro filósofo, como esencialmente ligada a la lengua española. Es visible en esta obra la pasión de su autor por la lengua española. Ha hecho posible el surgimiento de una literatura de primer orden, Además, el hablante hispano posee un presente con singular espesor histórico, que le permite entender experiencias vitales muy distantes en el tiempo; y siglo XIX, ha experimentado dilataciones que la han hecho enormemente capaz para la reflexión filosófica. En fin, cientos de millones de hablantes, sociedades distintas, formas de vida diversa, experiencias vitales múltiples resultan transparentes a los oyentes porque la lengua en que están expresados es sustancialmente inteligible en toda su extensión.
La realidad de nuestra historia ha colocado a nuestro país en una singular posición. La nación española ha dado de sí hasta convertirse en una “realidad supranacional”, “una reunión de pueblos en los dos hemisferios”. El mundo iberoamericano esta muy dividido, Bolivar imaginó en sus sueños una unidad americana que podría potenciar las capacidades de aquellas naciones. Y en esa integración, podría caber algún papel a la sociedad española, ligada por la historia de algún modo al destino de aquellos pueblos fraternos.
España, naturalmente, está en Europa. Ahí se ha de trabajar en busca de un ideal, proyectivo, ilusionante, que atraiga a los ciudadanos de todos los estados en busca de un futuro común innovador y potente.
Eso permite ver algunas líneas de posible proyecto español hacia el futuro.
Una línea vendría a centrarse en lo que alguna vez llamó “la organización del pluralismo”, que no es otra cosa sino hacer del país y su realidad objeto de atención y programación, de modo que se consolide la convivencia de unos y otros grupos, de unas y otras regiones, y de modo que puedan ser capaces de responsabilizarse con su destino, a través de una existencia democrática.
Una segunda línea de proyección por fuerza ha de tener en cuenta nuestra vertiente europea. Habría que actuar participando activamente en la vida comunitaria desde las capacidades creadoras de nuestra sociedad. Y ello tomando como base un conocimiento histórico común, y no debería hacerse sin asumir la condición 'transeuropea' de España, aquella que viene dada por su esencial vinculación al mundo iberoamericano, como resultado de nuestra particular historia.
En fin una tercera línea proyectiva, que hace inmediata referencia a esa comunidad hispanoamericana, propone, sobre todo, la intercomunicación de conocimientos y de bienes, y la potenciación de una “plaza mayor” : ”España tiene que desempeñar una función delicada y esencial respecto a la América española : tiene que ser su plaza mayor. … Una plaza es un centro de convivencia... Es el órgano de la presencia mutua... Pero Hispanoamérica no tiene un lugar de presencia común, es decir, no tiene una plaza. Y la única posible es España” (III, 348). Más que mando, se trata de contactos, cercanía, modelos, intercambios, holgura de la vida, ejemplaridad, incluso enriquecimiento social.
Las sociedades, como los individuos, necesitan en su desenvolvimiento energía, motivación y dirección. Sin ello no es posible la ilusión por el futuro, ni la fortaleza y el empeño para lograrlo.
Conviene que se escuche y atienda a quienes han meditado sobre estos problemas, no para encontrar recetas hechas, ni para prestarles una obediencia pasiva, sino para poder hallar respuestas ajustadas a los datos de nuestro problema. En horas de crisis, toda palabra leal e inteligente debe ser bienvenida.
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