Biografía de Sancho. Prólogo a la 2ª edición

Biografia de Sancho Panza HR Romero Flores

   Transcripción del prólogo de Julián Marías a «Biografía de Sancho Panza», de Hipólito Rafael Romero Flores, disponible, en formato imágen, en la web de Quijote Educa. No dejen de visitarla para más información sobre este libro. 

Prólogo

 Mi amigo Romero Flores, a imitación de Don Quijote, ha buscado compañía de escudero, para su segunda salida; pero al revés que el Hidalgo, no por haber salido escarmentado, sino par haber vuelto triunfante de la primera edición de su Biografía de Sancho Panza. Y poco ha tenido que persuadirme para quo lo acompañe: Sancho Panza es tan viejo amigo mio, que no he podido resistir mucho tiempo la tentación de hablar de él y con él, de pasar, con tan buen pretexto, una temporada en el mundo mágico de Miguel de Cervantes.

   Tiene Romero Flores vivo amor a Sancho Panza; yo diría aún algo más: siente hacia él lo que se podría llamar un "amor justo", para usar la expresión de Brentano, pero no quiero decir solo con ello que lo ama justamente por ser amable, porque Sancho lo merece y es digno de ello, sino que, además, lo ama con justa cualidad de amor, con un amor discreto y adecuado. Y esto es más difícil. ¿Habéis visto, por ejemplo, cosa más enojosa que muchos que hacen profesión de amar a los animales, perros, gatos, pájaros y caballos? No es que esté mal que los amen; es que los aman mal, inadecuada e inoportunamente. Muchos aman a un podenco como a un niño en su cuna; a un gato de Angora como a una estrella de cine. No, no se puede amar igual a Sancho Panza y a Ofelia. Romero Flores lo trata con cierta cariñosa aspereza, con sobriedad, a veces con socarrones., siempre a cierta distancia; cuando lo acaricia, suele ser con unas rápidas palmadas, como las que tanto halagan, en el fuerte cuello, a un mastín.

   Y así va surgiendo le vida de Sancho; y con ella, claro esta, la de Don Quijote, que es la misma. Por algo Unamuno, que habla escrito primero al frente de sus cuartillas La vida de Don Quijote y de Sancho, tachó sobre el manuscrito la segunda, preposición, y al imprimir el libro, el articulo, y dejó el título así: Vida  de Don Quijote y Sancho; o lo que es lo mismo, vida de Sancho y Don Quijote.

   Hace ya muchos años, y por mérito principal de Unamuno, aunque no solo suyo, que se superó y rectificó la imagen habitual de un Sancho "opuesto' a Don Quijote, como se oponen el "realismo" v el "idealismo", lo "material" y lo "espiritual", la "generosidad" y el "egoismo". Se comprendió la participación de Sancho en la empresa quijotesca, la "quijotización" del escudero -con no poca "sanchificación" del Caballero de la Triste Figura-. Frente a los que nos aconsejan ser Quijotes o bien Sanchos, Ortega advirtió hace más de cuarenta años que Cervantes vino al mundo para ponernos más allá de esa oposición, que eso precisamente significa su libro, y que si no, fuera así, se, hubiera fatigado en vano escribiéndolo. El personaje principal del Quijote no es Don Quijote: es la pareja, es Don Quijote y Sancho, personaje dual, esencial amistad desnivelada y, por eso, dinámica. Don Quijote y Sancho no están, en efecto -como suelen los amigos-, al mismo nivel, a igual altura humana; hay entre ellos lo que podríamos llamar una "diferencia de potencial", y por eso pasa de uno a otro una corriente eléctrica y, en ocasiones -cuando se separan un poco-, violentos, tonificadores chispazos.

   Pero hay todavía algo más: Don Quijote es un loco. Conviene tomar esto en serio, porque significa que, para realizar su imposible pretensión de Caballero Andante, tiene que ejercer violencia sobre el mundo, transformarlo e interpretarlo a su manera de suerte que haga posible su vocación. Alguna vez he advertido que las aventuras de Don Quijote no son reales, pero con ello no se quiere decir que no existan, que sean meros sueños o alucinaciones; las aventuras -y sus lamentables consecuencias- eran efectivas, y esto se manifestaba para su protagonista del modo más violento y contundente; pero eran siempre "otra cosa" de lo que Don Quijote creía, estaban afectadas por un coeficiente de irrealidad que Don Quijote acaba por aceptar melancólicamente; renuncia al resultado, a la "realización" de la aventura, y se qeca con el esfuerzo, que es lo que está en su mano: "Bien podrán los encantadores quitarme la aventura, pero el esfuerzo y el ánimo será impoisble". Dicho con otras palabras, Don Quijote superpone a lo que llamamos el mundo real otro privativo suyo en el que las ventas son castillos; los odres, gigantes; los rebaños, ejércitos; las bacías, yelmos. De ahí la constante colisión con ese mundo "real" de los demás, y sobre todo con éstos, con los otros hombres. En este momento interviene Sancho. No es casual que el escudero acompañe. a Don Quijote únicamente después de su primera salida; el Caballero empieza por enfrentarse con el mundo ajeno directamente; sus empresas están condenadas al fracaso desde el primer momento, porque el choque es demasiado violento y brusco, y, en efecto, Don Quijote vuelve maltrecho a su aldea apenas salido de ella sin haber conseguido ni siquiera alejarse de su contorno.

   Cuando Sancho se incorpora al mundo de Don Quijote, las cosas varían. Sancho está cuerdo,ve el mundo como los demás, los frailes le parecen frailes, los Molinos de viento, molinos; Maritornes, una moza de mesón; pero, sin embargo, mientras la "circunstancia" de Don Quijote es completamente ajena a la del cura, el barbero, el ventero o los Duques, no ocurre así con Sancho; Don Quijote y su escudero tienen circunstancias distintas porque uno está loco el otro cuerdo, pero son "comunicantes"; es decir, uno y otro "conviven" en sentido estricto, no sólo coexisten en el mismo ámbito físico. Sancho, desde su cordura. descalifica e invalida la perspectiva de Don Quijote, pero la conoce, la ve desde dentro, la entiende, está "asociado" a ella, y su repulsa es secundaria a su comprensión. A riesgo de ser un poco pedante yo diría que Sancho partIcipa de la "asuncion", de la Annahme en que se mueve Don Quijote, aunque luego su tesis es opuesta, quiero decir que cuando Don Quijote adhiere y afirma, Sancho, desde su buen sentido, niega. El mundo de Don Quijote le es presente, tiene existencia para él, se instala en su interior provisionalmente, aunque a la hora de la verdad brinque presuroso hacia el mundo común. En alguna medida, pues, Don Quijote y Sancho tienen el "mismo" mundo en el cual se combinan dos ideas de la realidad, y por eso sus vidas tienen recíprocamente sentido. Así„ dentro de la empresa quijotesca se introduce una nueva perspectiva: la de Sancho, que va y viene y hace, en definitiva, posible que Don Quijote circule por la Mancha, llegue hasta Sierra Morena, hasta Aragón y Barcelona.

   ¿Cómo es esto posible? ¿Cómo puede Sancho participar en los dos mundos, el de su señor y el de sus convecinos? La vía por la cual Sancho Panza penetra en el mundo fantasmagórico y demencial de Don Quijote es éste mismo: Sancho ve a Don Quijote como Don Quijote. Cuando en el capítulo V de la primera parte, el labrador vecino que caritativamente ayuda a Don Quijote protesta afectuosamente de su dislates, le dice: "Mire vuestra merced, señor, ¡pecador de mí!, que yo no soy don Rodrigo de Narváez ni el marqués de Mantua, sino Pedro Alonso, su vecino; ni vuestra merced es Valdovinos ni Abindarráez, sino el honrado hidalgo del señor Quijada". Y Don Quijote responde magníficamente: "Yo sé quién soy, y sé que puedo ser no sólo los que he dicho, sino todos los doce pares de Francia y aun todos los nueve de la fama, pues a a todas las hazañas que ellos todos juntos y cada uno por sí hicieron se aventajarán las mías". Esta pretensión de Don Quijote no tiene eco, no es compartida por nadie, es entendida como simple demencia y desvarío, porque Don Quijote va solo y todavía no tiene escudero; pero desde la segunda salida, las cosas no serán asi: Sancho no es escudero del señor Quijada los señores Quijada no tienen escuderos-, sino de Don Quijote de la Mancha. "Yo sé quién soy", dice éste, y pudo agregar: "Y Sancho lo cree y atestigua". Sancho Panza no acepta la interpretación quijotesca de "cada elemento" de la realidad -y por eso permanece en el mundo de la cordura-, pero sí la pretensión de Don Quijote, y con ella el mundo de la caballería, la posibilidad de la aventura, la verosimilitud de la ínsula Barataria, su propia personalidad de escudero.

   En un articulo de 1915,decía muy finamente Unamuno: "Don Quijote se hacia el loco. Lo que no quiere decir que no lo estuviese. Como que su heroica locura, su locura sublime consistió en hacerse el loco frente al mundo, en tomar éste no como es, sino como él creia y quería que fuese". Ahí está la diferencia y la semejanza a un tiempo: Sancho quiere que el mundo sea como su amo lo finge; un mundo en que hay triunfos, batallas, princesas, condados e ínsulas que gobernar; pero no lo cree, no tiene la audacia de despegar de la realidad y proyectarse entero en esa interpretación; sólo cree -con creencia personal- en Don Quijote, y esto por vía de amor, por encariñamiento con él, por confianza personal en su bondad, en su veracidad, en la autenticidad de su vocación. Y está en lo cierto: el mundo no es el que Don Quijote afirma, pero Don Quijote es quien es, un caballero andante, porque "cada uno es artífice de su ventura", y "yo lo he sido de la mía". Al asumir el "quijotismo" o "quijotidad", auténticamente y hasta sus últimas consecuencias, Alonso Quijada o Quijano adquiere una nueva realidad que los demás no conocen y Sancho sí. Éste se comporta rectamente frente a su amo, pero aspira a permanecer instalado en el mundo cotidiano de los demás, en el que había sido el suyo hasta que Don Quijote lo sonsacó y persuadió a que fuese su escudero. Y aquí sobreviene la imposibilidad y el núcleo mismo del tema del Quijote.

   Quizá ningún otro ejemplo muestra con más claridad la significación de la tesis orteguiana "yo soy yo y mi circunstancia". El "yo" de Don Quijote incluye su circunstancia, su mundo irreal, demencial, en que es posible la caballería. Al aceptar a Don Quijote, Sancho recibe con él esa circunstancia en la que se resiste a entrar. A la inversa, los que rechazan en absoluto la circunstancia quijotesca, pierden a Don Quijote, quedan ajenos a él, no se enteran de "quién" es. Unos, como el Cura, el Barbero y Sansón Carrasco, afincados en su mundo manchego, hacen volver a él a Don Quijote, hasta por la fuerza, pero lo pierden; el final de la primera parte es simbólico: meten en una jaula a Don Quijote y lo llevan a su aldea; al abrir de nuevo la jaula, no pueden sino a Alonso Quijada; Don Quijote se ha volatizado: privado de su circunstancia ha muerto, como el pez, extraído del agua. Los otros -así los duques, y en general los personajes de la segunda parte- conocen a Don Quijote de fama, de oidas, creen saber quién en un loco. Y como esto significa "nadie", aceptan la ficción de la circunstancia quijotes. como tal ficción y Don Quijote vuelve evaporarse: pasan junto a él, lo tratan, se burlan, y ni siquiera lo sospechan. ¿Por qué? Justamente porque el mundo de la aventura no era ficción para Don Quijote, sino precisamente lo contrario; al interpretarlo así, lo vacían y desvirtúan y dejan en hueco la personalidad del demente, puro soporte de juegos y burlas. Por eso tiene tan honda melancolía la segunda parte del Quijote, en que el protagonista es mejor tratado, recibe menos golpes y denuestos, pero sólo porque "no es tomado en serio", porque los que lo encuentran creen saber ya a qué atenerse -un loco- y ni siquiera se irritan y lo vapulean. En la primera parte, los otros hombres toman al desgarbado jinete por un hombre reaccionan a sus actos "de verdad"; sólo a última hora empiezan entrever su insensatez, que Ies sirve de explicación y aquietamiento. En la segunda, parten de una interpretación previa: es un loco muy divertido de quien no hay que hacer caso -solo el eclesiástico intemperante del palacio de los Duques vuelve a tratarlo como en otros tiempos, y por eso arranca de Don Quijote, como de umpedernal, maravillosos chispazos de realidad efectiva-; es un necio inofensivo, bueno sólo para jugar con él, distraer ocios o como en Barcelona, amenizar la vida de sociedad. Nada hay más triste.

   Y en Sancho se produce una transformación análoga, como era de esperar. Porque lo que lo define es vivir entre las dos circunstancias, la quijotesca y la común, y al cambiar ésta varía él también. A medida que Don Quijote se acendra y se depura, Sancho se quijotiza más hondamente, su participación en ese mundo es más completa e incurable; pero siente constantes tentaciones: la vanagloria al ser famoso y "personaje literario" -por eso lo devuelve a su autenticidad el gobierno de la ínsula, en el que tropieza con la "realidad" y se ve obligado a sacar las consecuencias de ese personaje.; ciertos impulsos de rebeldía frente a su amo; la convicción de que "se puede jugar" con él -desencanto de Dulcinea-; el contagio inconfesado de la visión de Don Quijote como tipo risible. A medida que Don Quijote se s a haciendo problemático a sus propios ojos le acontece lo mismo a Sancho. Cuando Don Quijote (parte II, capítulo LVIII) dice de los santos de los retablos: "Ellos conquistaron el cielo a fuerza de brazos, porque el cielo padece fuerza, y yo hasta agora no sé lo que conquisto a fuerza de mis trabajos", Sancho se siente inquieto y maravillado: "Quedó Sancho de nuevo como si jamás hubiera conocido su señor..." Y con ello, como si no se hubiese conocido a sí mismo, hasts tal punto, que cuando Don Quijote, próximo a morir, recobrada la razón, reniega de su mundo de aventura y caballería, Sancho no puede volver: es él ahora quien sabe quién es Don Quijote, porque sólo así puede ser él quien es; Don Quijote tiene que ser el Caballero; porque si no, ¿cómo va a ser Sancho Panza el que, irremediablemente, es el Escudero? 

   Agosto de 1955.

   Julián Marías