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Un austero adiós a Julián Marías

La familia de Julián Marías estuvo acompañada por la ministra de Cultura en la despedida en la Almudena. Fue una ceremonia íntima y sobria al «maestro de la libertad» que, según Carmen Calvo, padeció la ingratitud de España, «el deporte favorito»

ERNESTO AGUDO Carmen Calvo, ayer en La Almudena junto a dos de los hijos de Julián Marías: Fernando (a la izquierda) y Javier

MADRID. Julián Marías comenzó a escribir en los años treinta del pasado siglo, cuando era alumno en la Facultad de Filosofía. Fue un prodigioso trabajador, infatigable, sabio. Ya pensaba en lo que veía antes de tener tres años y siempre regresaba al verso de Cervantes: «Tú mismo te has forjado la ventura». Ayer, sus familiares, nietos, discípulos y amigos le dieron un emotivo último adiós en el cementerio de La Almudena, acompañados por la ministra de Cultura, Carmen Calvo. Fue una despedida íntima, sobria, austera. Él no habría querido mayor alharaca.

«He venido a acompañar a la familia -declaró la ministra de Cultura tras la breve ceremonia religiosa en el cementerio de la Almudena-, que es lo que corresponde cuando alguien pierde a su padre. Para el país y para la historia de España Julián Marías es un importante pensador, un grandísimo discípulo de Ortega y un hombre que analizó bien la sociedad y su propio espacio vital que era España. Pero hoy es el padre y el familiar de unos seres humanos a los que yo he querido decirle que les acompañaba, especialmente a alguno de ellos del que tanto disfrutamos desde el punto de vista cultural, en su extraordinaria pluma y en sus magníficas cooperaciones periodísticas y en sus obras».

«Traslado el afecto del Gobierno»

Carmen Calvo trasladó a los cuatro hijos de Julián Marías -Miguel, Fernando, Javier y Álvaro- y al resto de su familia «el afecto del Gobierno a través de mi persona» y confesó que le habría gustado que el pensador -que murió sin que incomprensiblemente se le concediera el premio Cervantes o el Nacional de Ensayo por los Gobiernos de turno- hubiera sido reconocido: «Pero no este año o el pasado, sino hace cinco, seis, siete, ocho o diez y en cualquier momento. Me habría gustado que Julián hubiera tenido alguno de esos premios, algún reconocimiento porque su obra es muy útil». ¿España ha sido cicatera con Julián Marías? «Nuestro deporte favorito no es la envidia; es la ingratitud -responde Carmen Calvo-. En este país somos un poco ingratos, desmemoriados; no nos gusta adjetivar o reconocer. Desde luego, estamos a disposición de la familia para todo tipo de iniciativa que acogerá el Ministerio de Cultura, sin duda».

La ministra atribuyó al convulso siglo XX el ninguneo de España a sus creadores: «A Julián Marías le ha pasado lo que a otros tantos pensadores, intelectuales, artistas, escritores importantes... que son producto de un siglo XX muy duro para los españoles. Han estado en el exilio y se les ha tenido que conocer en su propio país muchos años después; ni siquieran han podido publicar en España; tuvieron que hacer su trabajo fuera. Todos, de una forma u otra, han padecido la falta de normalidad de un país, que no tenía que haber tenido una guerra tan impresentable como la Guerra Civil y una dictadura tan impresentable como la dictadura española. En ese sentido, todos, incluso Julián Marías, han formado parte de esa anormalidad dolorosa».

Julián Marías procuró siempre darle cohesión a su pensamiento. Jamás escribió o dijo nada que no pensara. «Hay que mirar, ver y decir lo que se ve, pase lo que pase». Vivió épocas en donde la libertad era muy escasa, pero entre visillos encontraba alguna rendija por la que asomarse: «Siempre hay alguna libertad, por lo menos la que uno se toma». Descanse en paz.

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